En este tiempo de Cuaresma que por segundo año la mayoría de católicos vamos a vivir de modo diferente debido a la persistente pandemia de COVID-19, podemos probar otras formas de “ayunar”.
Comenzamos la cuaresma con el miércoles de ceniza y la pandemia sigue acompañándonos. Eso quiere decir que los aforos en los templos siguen limitados y ya se vislumbra que las celebraciones de Semana Santa serán muy restringidas. Por lo tanto, hemos de seguir insistiendo en volver a lo esencial y aprender nuevas maneras de vivir los tiempos fuertes de nuestra fe. De ahí que se puedan proponer algunas “otras formas de ayunos” para este tiempo.
Ayuno de “religión” para fortalecer la “espiritualidad”. En efecto, lo que interesa es descubrir la presencia divina, entrar en comunión con ella, desplegar nuestra vida desde ese ámbito de trascendencia que hace ver la realidad con los ojos de la fe, la esperanza y el amor. Las religiones han de ser mediaciones para esa experiencia, pero no tienen sentido por ellas mismas, ni la finalidad es preservarlas o hacerlas gloriosas. Mucha gente puede dejar las religiones, pero sigue buscando espiritualidad porque la pregunta por el sentido de la vida y por el bien no deja de resonar en el corazón humano. Con eso no estoy despreciando las religiones, estoy recordando que ellas son medios, valiosos, necesarios y casi imprescindibles para encarnar nuestra fe, pero su valor es alimentar la espiritualidad. Podemos dejar de asistir al templo por razones tan obvias como preservar la vida, pero nadie nos priva de cultivar la espiritualidad que para los cristianos es reconocer la presencia del Espíritu en la historia que vivimos y atender a sus llamados.
Ayuno de “celebración sacramental” para fortalecer el “compromiso social”. Bien conocemos que una de las celebraciones bastante concurridas de la Semana Santa es el lavatorio de los pies. Ese gesto es un símbolo transparente del único mandamiento que Jesús considera importante: “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo” (Mt 22, 36-39). Lavar los pies a los demás es disponerse al servicio, agacharse frente a la necesidad ajena, brindar con generosidad todo lo que se tiene para socorrer a quien lo necesite. Si esto no es una eucaristía “existencial”, no sabemos que contenido puede tener la eucaristía sacramental que el evangelista Juan relata valiéndose, precisamente del pasaje del lavatorio de los pies como contexto de la última Cena (Jn 13, 1-20)
Ayuno de “seguridades y certezas” para fortalecer el “caminar a la intemperie”. La pandemia nos ha hecho experimentar que hasta la seguridad de un templo y unos ritos se han puesto en crisis. Que incluso el mandato de comulgar “al menos una vez por Pascua” puede no ser posible por segundo año consecutivo. Y ahí es donde se nos invita a seguir ayunando con la certeza de que no faltará el pan del cielo, como no les faltó el maná a los israelitas en el desierto (Jn 6, 28-35).
Ayuno de “pastorales programadas” para fortalecer la iglesia “en salida”, capaz de nuevas maneras de celebrar la fe que rompan lo que siempre se hacía; que se considere válido la celebración familiar, el acompañamiento uno a uno, la valoración de la vida corriente como medio de transmitir la fe.
Este puede ser un tiempo propicio para dejar de hacer las cosas como siempre se hacían y proponer otras formas, esas que puedan ser más entendidas por los jóvenes de hoy –grandes ausentes de nuestros templos– y por la gente que incursiona otros campos sociales, culturales, científicos y que no encuentra resonancias de su caminar histórico con los planteamientos, tantas veces caducos, de la pastoral eclesial.
Comencemos cuaresma con esa actitud de conversión real, de quien no teme perder lo de siempre para ganar la presencia del espíritu que siempre hace “nuevas todas las cosas” (Ap 21,5).
Olga Consuelo Vélez, Teóloga, Colombia.